El arte de morir en la vía
Las cifras hablan, aunque nadie las escuche. Ocupamos un lugar privilegiado (casi de embajada) en los rankings de muertes por accidentes de tránsito. ¡Qué orgullo! Si hubiese una olimpiada de imprudencias viales, de calles sin aceras, de motocicletas como proyectiles y de leyes dormidas en la gaveta de algún burócrata, estaríamos en el podio, medalla de oro reluciente en el pecho. Nos aplaudirían por nuestra creatividad: un país donde hasta el que camina puede morir atropellado, sin haber cometido más pecado que intentar vivir
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