Por: Edgar Raffa
El pasado lunes falleció el papa Francisco, luego de un largo período de enfermedad, dejando a millones de católicos consternados por su partida. Su pontificado se basó en un mayor acercamiento a los pobres y los más humildes, lo que inscribirá su legado incluso en aquellos que no profesaban su religión.
Pero lo que más ha marcado su presencia en la Iglesia es la serie de reformas que impulsó para hacer que la institución eclesiástica sea más accesible, pulcra y diversa.
Habló abiertamente sobre cómo deberían ser tratados los homosexuales y los divorciados, señalando que deberían ser recibidos en los brazos de Dios sin juzgar sus actos. Sin embargo, estas palabras no siempre se tradujeron en una verdadera integración.
También permitió que las mujeres accedieran a posiciones más altas dentro de la Iglesia, lo que generó diferencias con algunos grupos internos. Además, se centró en promover el evangelio en zonas donde el número de creyentes había disminuido, como en Asia y África, se preocupó por el cambio climático e intentó perseguir y enfrentar los casos de pederastia con mayor determinación.
Asimismo, a través de su testimonio, procuró mostrar a los fieles que era un hombre mortal y que la divinidad solo pertenece a Dios. Sin lugar a dudas, el papa Francisco marcó una época, y el reto ahora es que su legado más liberal perdure más allá de su papado.
Será despedido de una manera un poco más frugal que sus antecesores. Sin duda, la figura de Jorge Mario Bergoglio, nombre de pila del sumo pontífice, representará por siempre la etapa de mayor transformación de una institución que ha intentado adaptarse a los cambios del mundo actual.