La madrugada del 8 de abril, nuestro país se estremeció. Un derrumbe en la icónica discoteca Jet Set cobró la vida de decenas de personas y dejó heridas abiertas, visibles e invisibles, que tardarán en sanar. Fue uno de esos instantes donde la vida cambia para siempre, donde la alegría se convierte en tragedia y la música en silencio.
Como país, estamos de luto. Las cifras y los titulares no alcanzarán a narrar el verdadero dolor: el de las familias que no volverán a abrazar a sus seres queridos, el de los amigos que ahora llevan luto en el alma, el de los sobrevivientes que, con culpa y angustia, buscarán respuestas en medio de la confusión. Es en estos momentos donde se pone a prueba nuestra humanidad.
El duelo no se vive en soledad, aunque muchas veces lo parezca. Se transita en comunidad, con respeto y solidaridad. La empatía no es solo un gesto: es un deber colectivo. Guardar silencio ante el dolor ajeno, abrazar con palabras y gestos sinceros, contener sin invadir.

Por eso, como ciudadanos, como comunicadores, como seres humanos, debemos rechazar el amarillismo, el morbo y la desinformación. No todo debe mostrarse. No todo debe decirse. No todo debe compartirse. Exponer el dolor sin sentido es una segunda herida para quienes ya han perdido demasiado.
Es tiempo de unirnos en oración, en respeto y en acción. De exigir justicia sin perder la compasión. De cuidar la dignidad de los que partieron y de acompañar, sin ruido, a quienes se quedan con el vacío.
Es momento de recordar lo efímera que es la vida. De abrazar los momentos con quienes amamos, de reír con ganas, de decir “te quiero” sin miedo, de pedir perdón y de perdonar con el alma. No sabemos cuánto tiempo nos queda, ni cuál será el último mensaje que enviemos, la última conversación, el último abrazo. Que esta tragedia nos despierte del letargo, que nos enseñe a vivir con más conciencia, con más amor, con más presencia. Porque todo puede cambiar, y terminar, en un instante.
Que este trágico instante sea también, como diría Silvia Cherem, “ese instante luminoso de humanidad” donde decidimos ser mejores. Que la memoria de los que se fueron nos impulse a construir un país donde la vida siempre valga más que el espectáculo.
República Dominicana está de luto. Y nuestro deber es acompañar desde la luz, no desde la sombra.