Con una prisa parida por la rutina que protagoniza los días de una ciudad agitada miles suben al “más seguro de la región”, los cuales, al abordar, ponen automáticamente en manos de un conductor sus vidas. Miles de personas que colocan sus almas en dos manos que se supone recibieron el debido entrenamiento y que conocen todos los protocolos, sobre todo para un incidente tan frecuente como que una persona se quede en el andén (fuera del tren).
Dos incidentes importantes en menos de un mes, que pudieron cobrar decenas de vidas, han ocurrido en el Metro de Santo Domingo. El primero, un choque de trenes que la Oficina para el Reordenamiento Territorial (OPRET) atribuyò a una “violaciòn de protocolo” y en el que varias personas resultaron heridas, y el mas reciente ocurrido este lunes en donde, según la versión de esa institución, se trató de “una emergencia de un pasajero” que se le habia quedado un niño en el andén y el conductor accionó abriendo todas las puertas.
Respecto a este ùltimo, la OPRET explicó que “el conductor narró que el tren no aceptaba la apertura de puertas de un solo lado del andén, por lo que decidió poner en marcha las maniobras y autorizó la apertura general para así impedir que el infante se quedara solo sin el adulto que le acompañaba”. Y que esto “se permite en situaciones emergencias” pero ¿Era esto realmente una emergencia?.
Dice un dicho que “el dominicano compra candado después de que le roban”. Las autoridades no deben permitir que esta frase cobre vida tras ninguna tragedia mortal que involucre a este medio de transporte masivo que diariamente traslada a unas 400 mil personas.
Más que sus reclamos por haber sido cancelados de sus labores, los exempleados del metro han venido realizando denuncias a las que se le debe poner atención, en vez de calificar a la ligera el tema como algo político.
Es peligroso, y genera preocupación, el silencio que se mantiene entorno a lo que pasa internamente en la Opret; no se debe voltear la mirada.
Es hora de hacer un levantamiento preventivo del nuevo personal que ha sido contratado, depurar y evaluar, para así determinar si están capacitados o no lo están, pues no conducen ni operan un carro pasajero con capacidad para cinco personas, sino un tren que lleva a cientos. La corrección y prevención aquí es el camino.